martes, 9 de agosto de 2011

El exilio interior (Cap. XXXIX - FIN) - Novela


Cap. XXXIX

          Estoy tratando de reordenar o, mejor dicho, de rehacer mi vida. Los sentimientos y pensamientos que me abruman son aquellos que, supongo, configuran la nostalgia de un paraíso perdido. El país al cual he retornado, no solo no me esperaba como soñé que lo haría, sino que tampoco es el que dejé cuando me obligaron a exiliarme. Al margen de la desaparición o muerte de muchos de mis amigos (algo irremediable y doloroso), es la misma sociedad la que no parece querer dar abrigo, no solo a mí, sino al grueso de sus integrantes. Junto con mis muertos, - a quienes la propaganda política de casi todos los signos transformó en estadísticas que medían el horror en un más o en un menos - se han ido los sentimientos de solidaridad y esperanza. También se fueron los recuerdos de un pasado que, ya no tengo dudas, fue mejor en más de un sentido, pues en él se podía soñar y forjar proyectos para el futuro.
          Hoy, en mi hoy, todo parece reducido a una supervivencia sin reglas. La democracia, presentada como una panacea para todos los males originados en el pasado reciente, "no ha demostrado ser lo que pretendía ser", como lo expresaba Wissenglaube, siempre a tono con los pensadores del idealismo alemán. Los beneficiarios del golpe de Estado de 1976 siguen gobernando indirectamente una sociedad sin memoria y los mandantes de turno, cuya concepción del gobierno llega a hacerme creer que nunca ha superado su vocación electoralista, no solo no tomaron el toro por las astas en materia política y en el terreno económico, sino que también cedieron ante los militares, con engendros jurídicos como la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida, que borraron con el codo lo que apenas llegaron escribir con la mano. Antiguos funcionarios del Proceso, responsables en el secuestro, asesinato y desaparición de personas, permanecen o aún reaparecen en cargos públicos. Funcionarios y técnicos, quienes fueran obvios mandaderos de los círculos financieros internacionales y hacedores de una deuda externa pública que condena a una segura futura pobreza a la mayoría de la población y cuya concreción fue sostenida a sangre y fuego, ostentan puestos públicos de relevancia. Jueces que no aceptaron habeas corpus por detenidos y desaparecidos, que permitieron hasta el robo de niños y toleraron asesinatos masivos, siguen atornillados en sus puestos. Empresarios que se enriquecieron con la "plata dulce", al tiempo que empobrecían al país que los prohijó, que gastan dinerales en frivolidades, como una septuagenaria que apareció en la tapa de una revista de actualidad después de operarse las tetas o lo que quedaba de ellas, declarando que ahora "tenía las mismas medidas que cuando se casó", son presentados como arquetipos exitosos, ante una sociedad que no los juzga ni los rechaza. Represores y torturadores confesos se presentan a cargos electivos y triunfan.
          Me repito, una y mil veces, que no puedo integrarme a un mundo que ha subvertido todos sus valores y, consecuentemente, no puedo prosperar como sujeto en ese mundo que no quiere ya pensar en su pasado y menos proyectar su futuro, sino solo sobrevivir restringido al hoy, pero eso no sirve para mi consuelo porque no existe hoy otro mundo distinto. Tampoco quiero retomar mi condición de exiliado, entre otras cosas, porque la subversión ética, en mayor o menor grado, se ha instalado en todo el planeta.
          Sin embargo, en toda oportunidad cuando pienso en el destino de mi Argentina, pido piedad a los dioses, cualesquiera que éstos sean y me incluyo en ese pedido.
          Todavía no me afectan las angustias económicas, porque me queda casi toda la reserva de dinero que traje de Europa y porque sigo cobrando sumas relativamente importantes para lo que son mis necesidades en materia de derechos de autor, además de dictar algunos cursos y escribir artículos de tipo periodístico. Por mediación de Monseñor Wissenglaube, he recibido algunas ofertas para volver a España, pero ya no tendré mi cátedra, sino que se me solicita me haga cargo de una serie de cursos de post grado. El teólogo, empero, insiste en que vuelva a Europa lo más pronto posible, pues "las oportunidades de una reinserción en los círculos académicos del Viejo Mundo desaparecerán con el tiempo” .
          Mantenemos una correspondencia epistolar frecuente, pero cada vez más exenta de temas personales. No he podido concretar una idea definitiva acerca de su personalidad, mas creo que su prédica puede representar a cualquiera de los extremos de la consciencia humana.
          En el terreno afectivo, Carlos y sobre todo Beatriz me ayudan mucho. Respecto de ella, pienso que estaría dispuesta a acompañarme al lugar donde yo decida ir y, con solo eso, hasta se sentiría feliz, pero no tengo la valentía ni el derecho de ofrecerle tan poco. Quizás, con el tiempo, se borren las marcas que tiene mi espíritu y pueda corresponderle plenamente. Por lo menos he llegado a pensarlo y eso implica algún avance, una reacción de mi alma en el duro camino del reencuentro conmigo mismo.
          No obstante, también siento que estoy perdiendo, uno a uno, mis sueños y no sé si podré vivir sin ellos.

                                  *                       *                       *

          Aún pienso mucho en Margarita y, cada vez que la recuerdo, se me nublan los ojos.
          Sin embargo, - y lo lamento tanto - no he podido rescatar una sonrisa para su memoria.

FIN

El exilio interior (Cap. XXXVIII) - Novela


Cap. XXXVIII

          La libertad a la cual aludía constantemente Margarita en su diario se transformó en promiscuidad creciente durante el período posterior a mi partida hacia España. Llevó un registro, a mi modo de ver espantosamente detallado, de sus relaciones con sujetos de distintos orígenes sociales, culturales y hasta genéricos. Se volvió accesible a todo tipo de pretendientes, incluyendo con preferencia a novios y esposos de amigas, como también a quienes alguna vez fueran mis amigos  o compañeros de estudio. Lo intentó incluso con Carlos, aún cuando sin el menor éxito, pero menciona a Diego entre quienes llevó a su cama, lo cual significaría, en caso de ser verdad, que los problemas en nuestras relaciones tenían más componentes y aspectos más graves y dolorosos de los que yo percibía. Nunca halló, por el camino del sexo, la saciedad de sus sentidos, sino únicamente un hastío creciente.
          Durante un año, se sometió a un tratamiento psicoanalítico con un discípulo de un profesional que, por años los sesenta, había conseguido cierto prestigio utilizando ácido lisérgico en sus pacientes y lo convenció, bastante dinero por medio, para que utilizara ese alucinógeno con ella. No obtuvo resultados que fueran más allá de las alucinaciones, en las cuales llegó a preguntarse si todo cuanto hacía su cuerpo lo hacía ella misma.
          En su diario, anota interrogantes cómo "¿son éstas manos que hacen eso mías?" o "¿este cuerpo en realidad soy yo?".
          Ese tratamiento con LSD, si bien no cubrió ninguna de sus expectativas y esperanzas, abrió, sin embargo, las  puertas  al empleo de otras drogas. Experimentó con estimulantes, no ya como parte de una terapia o pseudoterapia psicoanalítica, sino como mecanismos para ampliar los horizontes sensoriales como medio de "captar lo Absoluto o estar unida al mundo, cerca de uno de sus extremos", pero llegaba tarde - históricamente tarde - ya que, si bien en todas las culturas del pasado, los estímulos con algunas drogas rozaron algún carácter religioso y fueron un mecanismo para acercarse a los dioses, la cultura individualista, dentro de la cual nos tocó vivir a ella y a mí, es la única que ha llegado a utilizar tales estímulos como mecanismo para "seguir andando".
          Tampoco logró entonces el punto de unión con el mundo que buscara con desesperación, entre otras cosas, porque no sabía en qué consistía lo que estaba buscando, ni ya tenia un dios o, por lo menos, un intérprete de los designios de ese dios, para preguntárselo. El sentimiento religioso que, creo, buscaba tan desesperadamente era solo una ausencia.

                                  *                       *                       *

          Detuve varias veces la lectura de sus apuntes, más espantado que abrumado. Dos de las reuniones que mantuvo y que subrayó especialmente en su diario llamaron mucho mi atención. Una fue con Wissenglaube y otra, la cual derivó en una relación que duró algunos meses, con un militar de grado, íntimamente ligado al Proceso de Reorganización Nacional.
          El relato que hizo de las reuniones terminó por completar a mis ojos un perfil de conducta o de personalidad que, no por no haberlo previsto alguna vez, durante nuestra relación, no dejó de asombrarme. Delineaba perfectamente aquello que el teólogo definiera como "individuos a los cuales aguarda la nada".
          Hubo, asimismo, otras partes del sus escritos, las referidas al diagnóstico de la enfermedad que terminara con ella y a los efectos cada vez menos sentidos de las drogas, que me dejaron atónito.
          De su entrevista con el teólogo, decía:

          "Por fin aceptó verme a solas. Creo que la ausencia de Andrés ha servido para que eso sucediera. Nos vimos en el hotel donde se encuentra alojado, alrededor de las nueve de la noche. Cuando llegué, me contempló sin dejar de sonreír de manera irónica y preguntó:
          "- ¿Que es lo que espera usted de nuestro limitado saber, señorita? Porque supongo que ha venido aquí con interrogantes que no quiso o no pudo plantear en nuestro seminario, delante de otras personas.
          "Pensé si hablar o no directamente y me decidí referirme a los límites del actuar y sentir humanos.
          "- Usted habló alguna vez de los límites extremos que se presentan en toda religión o todo saber ante la consciencia humana. ¿Cuáles son o pueden ser esos límites? ¿Acaso la sensibilidad puede superarlos? Necesito saberlo, sentirlo.
          "Contestó metafóricamente, reiterando una suerte de aforismo filosófico que parecía complacerle.
          “- Sólo es ilimitado aquel que conoce sus límites".
          "Insistí en mi postura, diciéndole que una fórmula verbal no era una respuesta adecuada para mis necesidades y él movió su cabeza y dijo que "las necesidades de la subjetividad aislada nunca podrán ser satisfechas", porque la consciencia individual "es una suerte de agujero negro, capaz de absorber todo cuanto se presente ante ella, pero esa consciencia no está capacitada para sustentarse a sí misma, siempre dependerá de la presencia de algo exterior a ella.
          "- Si logra un trato profundo con otro sujeto, con otra consciencia, con otro ser humano, podrá desarrollar su persona y tendrá una relación sólida con el mundo. La religión, cualquiera sea el signo o el nombre que se le quiera dar, no consiste sino en eso. Solamente un “nosotros” puede establecer aquella relación, porque solo el nosotros resiste la tentación de autodestruirse o, dicho de modo más claro, el nosotros no se suicida. Si no quiere ese tipo de relación, si no la logra o, peor todavía, si se niega a hacerlo. Bueno, entonces poco es lo que queda por hacer o decir..."
          "Seguía con sus respuestas herméticas. Se lo iba a reprochar, cuando, como solía hacer casi siempre cuando hablaba conmigo, se me adelantó:
          "- Lo que queremos decir es que un ser humano únicamente es tal cuando sabe convivir, cuando se ve reflejado y realizado por medio de otro ser humano. Usted tuvo, en ese sentido, la mejor de las oportunidades y solo se le ocurrió malversarla.
          "Contesté que exponía prejuicios comunes y corrientes y respondió que "el hombre es el único animal con capacidad para tener prejuicios".
          “Pensó unos instantes y lanzó otra frase enigmática:
          - Las sirenas nunca cantan para Aquiles”.
          Antes que yo dijera nada de lo que pensaba en ese momento, él respondió al interrogante que pugnaba por salir de mis labios y lo hizo en forma irónica:
          - Son muy seductoras algunas frases que, a menudo, los hombres repiten, pero tienen el inconveniente de perder su seducción cuando se las explica”.
          “Al pedirle yo que igualmente me explicara su sentido, contestó que el silencio de esos híbridos respondía al hecho de que quien tiene una identidad sólida nunca responde a sus cantos, después de lo cual calló por completo”.
          “A cada paso, resurgía el fantasma de Andrés en nuestra conversación y pensé si el teólogo podría comportarse tan sabia y mesuradamente en la cama. Volvió a adivinar lo que pasaba por mi cabeza”.
          "- A quienes tenemos casi la edad del mundo, - dijo con tono de nuevo burlón - los deportes sexuales de la juventud (porque muchos de ustedes toman el sexo como un deporte o un pasatiempo) se tornan tan raros y casuales que no nos queda otro remedio que realizarlos en profundidad, compartiendo todo, absolutamente todo, hasta sus últimas consecuencias y no como cuestión de oportunidad, de pasatiempo o de prueba”.
          "Me sobresaltó esa respuesta y pregunté:
          "- ¿Que quiere decir usted con eso?”
          "- Dos cosas - contestó -. Primero, que las sensaciones físicas, eróticas, solo llegar a ser bellas cuando las sustenta el sentimiento amoroso y, segundo, que ahora no se está dando ninguna instancia que las sustente”.
          "Me molestó su desprecio y traté de volver sobre mis pasos”.
          "- ¿Cuál es, en realidad, su función entre nosotros y qué es lo que puede proponerme o puedo pedirle?”
          "- Nada. No puede pedirme ni proponerme nada. Nuestra tarea es la de un mediador entre los dos extremos de lo absoluto, tratando de explicarlos como corresponde a todo buen teólogo”.
          "- ¿Puede comunicarme con uno de esos extremos?”
          "- No con aquel que usted busca.”
          "- Y, entonces; ¿para qué ha venido usted a este mundo?”
          "- Podemos decirle sobre la existencia de ambos extremos, pero en su caso ya no son posibles los pactos”.
          "Me retiré del hotel más vacía de como estaba cuando llegué. Nunca me habían rechazado de esa manera".

          Margarita no había puesto la fecha de la entrevista y, además, la escribió en un papel separado de las agendas, a las cuales la había incorporado casuísticamente.

                                              *                       *                  *

          Su relación con el militar constituyó otra etapa de su autodestrucción.  Se subordinó por completo, pero solo por cierto tiempo, a un psicópata sádico, buscando un orden en su vida que ella misma había destruido y salió de tal relación peor de lo que había entrado. Recogió testimonios de hechos espantosos, a los cuales su morbosa curiosidad transformó en algo neutro, pero que pintaban el proceso de degradación personal que siempre se incorpora al espíritu de quien es capaz de torturar a un semejante indefenso o de aceptar que otro lo haga.
          El descubrimiento de su enfermedad, a la cual calificó como "diabólica", en un contexto donde semejante definición conllevaba una esperanza, no significó para ella cobrar consciencia del horror que la aguardaba, sino que solo la hizo creer que le quedaban pocos años de vida, pero que ese lapso de tiempo "podría vivirlo con una intensidad que la buena salud física no admite". Nunca averiguó el origen de su mal, porque es probable que lo asumiera como otro límite a dejar atrás, sin comprender que, para su existencia, ese era el último límite.
          Encontré también apuntes referidos a mi exilio y mi posible retorno. Estaban redactados en forma impersonal, como si los hechos que alguna vez fueran parte de su vida y de la mía le hubieran sucedido a otras personas.
            Solo cuando comprendió que su tiempo sobre la tierra se agotaba antes de lo esperado, intentó revisar cómo y porqué eso sucedía y, como ella misma lo apuntara, "ya era tarde".

El exilio interior (Cap. XXXVII) - Novela


Cap. XXXVII. FRAGMENTOS DEL DIARIO DE MARGARITA.

          Pasado un largo mes desde cuando arrojamos al mar las cenizas de Margarita y después de varios e insistentes pedidos, Beatriz me trajo el diario de su hermana.
          En un principio, creí que tanta renuencia para entregarme recuerdos que yo consideraba como algo propio respondía a su deseo de borrar definitivamente de mi memoria el fantasma de Margarita pero, a medida que avancé en las páginas, comprendí que se trataba de un acto de profunda piedad, tanto para con la muerta, cuanto hacia mí.
          El diario había sido escrito sobre varias agendas, siguiendo una cronología meticulosa pero bastante desordenada, no tanto  en lo relativo a fechas, pues supongo que cada apunte correspondía al día señalado en cada una de esas agendas, sino en todo cuanto se refería a personas y circunstancias. Algunas notas estaban borradas y otras se habían mojado, lo cual las tornaba casi ilegibles. No podría afirmar si fue la misma Margarita quien trató de destruir algunas páginas o si fue Beatriz quien lo hizo. Leí todo cuanto pude y algunos de los registros de ciertos hechos que compartimos y quedaron grabados en mi memoria. También aparecieron datos posteriores a los tiempos nuestra vida casi en común. Recuerdo los mismos, sobre todo porque me resultaron indicativos de los silencios que sucedieron a nuestra separación definitiva.



16-5-75
          "Anteanoche, Andrés y Carlos, su alma condenada, me llevaron a cenar a un restaurante español de Avenida de Mayo, para festejar mi cumpleaños. Andrés quiso hacerme elegir los vinos, aún cuando sabe que no entiendo nada de esa clase de bebidas. Pienso lo hizo por esa cortesía que nunca lo abandona. La comida la eligió Carlos y estuvo muy buena. Después de cenar, fuimos a un concierto de una banda de hot-jazz, en la cual tocaba un guitarrista excepcional, quien me hizo vibrar con sus solos. A Andrés no le gustaron y, aún cuando él sabe mucho más de música que yo, me cuesta entender porqué se ata tanto a las reglas y no solo en la música. El teatro no culmina ni termina en Esquilo; la poesía de Quevedo o Hernández es cosa del pasado; la música no se agota con Bach o Mozart; ¿por qué no buscar otras cosas y hacer nuevas experiencias? El mundo no es todo armonía, racionalidad o equilibrio como él pretende. Discutimos. Siempre discutimos lo mismo. Busca un mundo predecible; quiere personas confiables, descalifica los sentidos y las sorpresas. En un momento, le dije que hasta el nacimiento de cualquiera de nosotros era solo algo casual, en un mundo también casuístico y me respondió que "los hombres solo son tales por su historia personal, con las responsabilidades que eso supone, pues, si no existiera esa historia, nada se podría reclamar a nadie y nadie estará obligado a responder por sus actos". Opté por no contestarle, porque, si entro en su juego, siempre termino por darle la razón. Carlos arregló un poco las cosas y fuimos a pasar la noche juntos. Fue maravilloso, pero volvimos a discutir por la mañana. A veces, no entiendo qué me sucede con Andrés. Paso de la adoración al rechazo. No puedo prescindir de su cariño, pero me abruma; no me deja libertad; no soy yo misma cuando él está conmigo. Se que entrega todo de sí pero eso no le da derecho a creer que yo tengo que hacer lo mismo. Hasta siento miedo de actuar de modo espontáneo cuando me mira. Lo dejé solo. No quiero verlo por un largo tiempo. Tengo que saber cómo me siento sin él.
          NOTA: Creo que Carlos está algo enamorado de mí. Nunca me lo dirá porque su respeto y afecto por Andrés son casi religiosos pero creo que él también se siente limitado por mi "casi pareja", como el mismo Andrés define nuestra relación".

19-5-75
          "Andrés llama todo los días. Por ahora, no voy a atenderlo. Necesito estar sola y averiguar qué me pasa, no solo con respecto de él, sino también acerca de muchas otras cosas. Beatriz y mamá dicen que están cansadas de tener que mentir por mí, pero nadie les ha pedido que lo hagan. Con Beatriz está pasando algo raro: Defiende a Andrés continuamente y ni siquiera lo conoce. Debe ser por su "síndrome de hermana desplazada". Me gustaría saber qué haría en caso de conocerlo".

24-5-75
          "Andrés dejó de llamar. Es posible que esté cansado de hacerlo sin conseguir que yo lo atienda o que, por fin, haya aceptado que tiene que respetar mi intimidad. Cuando llegue el momento, lo llamaré y veremos cómo reacciona. De todos modos, estoy segura que, después de pedir explicaciones que no le daré, se comportará como siempre".

29-5-75
          "A. sigue sin llamar. Voy a hacerlo yo, aprovechando que la  Facultad contrató un teólogo francés para dictar un seminario. A él, estos temas siempre le interesaron mucho y, a mí, quizás más que a él pero por otros motivos.
          Pasé tres días sin comer ni tomar agua, y no he sentido ni una enorme sed ni un gran hambre. Creo que el problema no está en experimentar las cosas, sino en gozarlas o sufrirlas tal como se nos presentan en la vida".

1-6-75
          "Carlos y Andrés se inscribieron conmigo en el seminario de teología. Estaba segura que Andrés lo iba a hacer, aún cuando fuera solo para acompañarme. Carlos lo debe haber hecho por razones parecidas, pero no con relación a mí, sino a su amigo del alma. A la salida de la Facultad, Andrés me pidió que fuéramos a su casa. Le dije que iría, a condición de que no tuviera que explicarle porqué pasamos más de una semana sin vernos. Lo mismo me pidió explicaciones, pero terminó por conformarse con algunas palabras de circunstancia. Pasamos una noche estupenda".

9-6-75
          "Comenzamos el seminario. Es notable como todo el mundo, incluido el titular de la cátedra, permite que Andrés lleve la voz cantante. Traté de introducir un tema relativo a una inquietud que tengo desde hace mucho tiempo, acerca de cómo se podría llegar a captar la verdad en este mundo y las cosas por medio los sentidos y el doctor Wissenglaube, en un comienzo, pareció interesarse en una observación que hice, pero después terminó rechazando de mal modo mi postura. Es curioso, pero todo lo que dice Andrés es aceptado y todo lo que yo digo es rechazado. Ellos, sin duda, lo prefieren y creo que él es perfectamente consciente de eso, pese a que lo niega".

21-8-75.
          "Leyeron el testamento de la tía Evangelina. Dejó todo lo que tenía - que era mucho - a Beatriz y a mí. Dividió su herencia en dos tercios en mi favor y el resto para mi hermana. A mí, me tocaron casi todo el dinero y los valores que ella tenía en un banco. A Beatriz, le dejó un poco de dinero y una casa quinta. No le gustó nada, pero nada puede hacer. Ahora, tengo absoluta independencia en materia de dinero. Creo que compraré un casa en San Telmo".

28-8-75.
          "Monseñor Wissenglaube nos invitó a cenar. Mejor dicho, lo hizo con Andrés y pero él me llevó también a mí. Hicimos muchas preguntas pero tuvimos pocas respuestas. El teólogo no pudo o no quiso contestarme acerca de las razones que tenía para rechazar la aproximación a la verdad a través de los sentidos y me dejó entender que esa postura ni siquiera llevaba a la condenación. No comprendo porqué rechaza mis inquietudes y se detiene en las más engorrosas cuestiones intelectuales que propone Andrés, como esa obsesión que él tiene con un teólogo místico alemán que murió hace siglos. Mientras no obtenga respuestas convincentes, seguiré insistiendo en lo mío.
          Otra cosa: Me gustaría saber qué papel desempeñará en mi vida el doctor Wissenglaube porque, unas veces, me parece un ser angélico dedicado a esclarecer el espíritu religioso de los seres humanos y, otras, alguien diabólico, ocupado en promover la confusión. Bueno, al fin de cuentas; ¿cuál sería la diferencia? El problema de fondo reside en sentirse satisfecha con una misma en este mundo, vaya después donde vaya".

22-11-75
          "Pregunté al Monseñor quién fue el Primer Teólogo y me contestó de manera oblicua. En realidad, yo sé quien es pero quería que él lo confirmara y me informara acerca de su carácter y las razones de su separación, pero Wissenglaube siempre elude mis preguntas y dedica su atención a Andrés, a quien, sin dudas, prefiere por sobre todo el resto de sus ayudantes y alumnos. Me gustaría saber qué es lo que persigue con eso. También me gustaría reunirme a solas con él para ver cómo se comporta en situaciones no del todo controlables por un hombre, sea o no sacerdote".

21-12-75.
          "Mataron a Mauricio Schönberg, un judío profesor de Metafísica quien tenía un buen diálogo con Andrés, pero a quien nunca incorporamos a nuestro círculo íntimo. No llegué a tratarlo siquiera superficialmente pero el tema ha afectado mucho a mi "casi pareja". Anda sombrío y muy susceptible. No disfruta el éxito que tuvo su tesis de doctorado. A veces, creo que no le gusta disfrutar las cosas, pues siempre encuentra alguna razón para preocuparse. Ahora, su tema es la Asociación Anticomunista Argentina o Triple A., un grupo político cuya existencia no ha sido nunca confirmada y del que solo se sabe algo por denuncias y rumores. Andrés debería despreocuparse un poco del futuro y disfrutar más del presente. Nadie sabe qué significarán las cosas mañana".

18-1-76.
          "Mi familia se fue a Atlántida, con la tonta de Beatriz incluida, porque parece que la pobrecita no puede despegarse de los pantalones de papá. Es bueno estar sola en casa. Estoy repartiendo mi tiempo entre Andrés y ciertas investigaciones acerca de mí misma".

15-2-76.
          "Han vuelto mis padres y mi hermanita. Se acabaron mis vacaciones junto con las de ellos.
          El libro de Andrés ha hecho mucho ruido, diría demasiado, en los medios intelectuales. Le están llegando ofrecimientos para que asuma alguna cátedra en varias facultades del interior. No entiendo porqué duda tanto en aceptar cualquiera de esos nombramientos. Le dije que sería bueno, tanto para él, cuanto para mí, que lo hiciera y se puso como si lo hubiera insultado. Es una actitud tonta. Los seres humanos, sobre todo aquellos que viven o están en pareja, deben descansar unos de otros durante algún período de tiempo. Esto sirve para que la relación no se desgaste. No sé porqué le cuesta tanto trabajo entenderlo. Cuando nos volvemos a encontrar, después de un tiempo sin vernos, las cosas andan mejor entre nosotros. Además, a veces necesito estar sola o con otras personas que no sean del grupo, porque el grupo es de Andrés".

28-3-76.
          "El golpe militar tiene muy preocupados a Andrés y sus amigos. Pienso que exageran las consecuencias que puede tener y, como los noto hasta más despiertos ante la vida, me resultaría difícil decir si el tema tiene la dimensión real que le atribuyen o el sentido que, sospecho, en el fondo quieren que tenga. Por mi parte, no creo que las cosas vayan a cambiar demasiado. Acá, las cosas nunca cambian demasiado. El general que designaron Presidente de la República tiene un extraño parecido físico con el doctor Wissenglaube, aún cuando la expresión de su cara es menos maligna".

15-4-76.
          "El segundo seminario de Wissenglaube me parece un fiasco. Es casi lo mismo que el primero y hasta son iguales las diferencias que el teólogo hace entre Andrés y el resto de nosotros. Sigue sin responder mis preguntas. En realidad, no responde a nadie, salvo a su alumno predilecto, quien tiene menos motivos que yo para averiguar muchas cosas".

19-6-76.
          "Desde hace unos días, Diego no viene a clases y tampoco apareció ni llamó a casa de Andrés, donde se suele reunir nuestro grupo para analizar temas de estudio. Carlos anda un poco histérico y contagia su ansiedad mi semi pareja. Discutimos, porque ellos consideran que Diego fue secuestrado por algún grupo paramilitar y yo estimo más probable que nuestro eventual compañero simplemente haya decidido tomarse un tiempo en soledad para descansar de nuestra compañía. Yo, muchas veces, he tenido ganas de hacerlo y lo he hecho. Andrés se enojó mucho cuando se lo dije. No entiende mis argumentos y sostiene que la amistad que los une es razón más que suficiente para que eso no ocurra. La amistad o el amor, a mi juicio, no anulan la independencia de las personas o no deberían hacerlo. Yo también me enojé y lo dejé solo en su departamento. Espero que aprenda".

25-6-76.
          "El doctor Wissenglaube parece tener algo en mi contra. Es descortés y hasta agresivo, sobre todo cuando Andrés está presente. (Bueno, él está siempre presente, porque yo nunca pude hablar a solas con el teólogo). Ambos se encierran en interminables discusiones teóricas acerca de temas que me interesan pero no desde el enfoque que tienen ellos, sino desde una perspectiva mucho más personal. Sin embargo, cada vez que pregunto algo, recibo un sarcasmo como respuesta. Hay otra cosa que me hace pensar que tal agresividad no es del todo sincera: Wissenglaube parece adivinar siempre lo que estoy pensando y, algunas veces, contesta antes que yo pregunte. Eso no puede sino significar que, en algún sentido, está pendiente de lo que hago o digo. Ninguna agresión es gratuita".

30-6-75.
          "Diego no aparece. Andrés y Carlos están moviendo cielo y tierra para encontrarlo, pero no consiguen nada. Andrés aprovechó el trato que tiene con Monseñor Wissenglaube para pedirle que averiguara en los círculos donde el teólogo se mueve qué se podía hacer en favor de nuestro compañero de estudios. También habló con otros profesores de la Facultad. Carlos presentó los antecedentes del caso en una asociación de abogados. Creo que Andrés, al fin y al cabo, tenía razón: a Diego le puede haber pasado algo grave.
          Nuestras relaciones de pareja pasan por un período de paz, pero la situación, de todos modos, no me satisface porque soy solo yo quien debe sacrificar su intimidad. No sé cuanto puede durar esto. No creo que sea mucho".

16-8-76.
          "La tía Merceditas realizó una reunión de lo que ella entiende como grupo familiar, para que conociéramos a la mujer del primo Mariano. Invitó también a Andrés, hecho que me llamó la atención porque no pertenece al grupo. Sospecho que lo hizo porque cree inevitable que él se incorpore dentro de poco tiempo. Pasa algo raro en mi relación con Andrés: Todo el mundo nos considera una pareja consolidada, al extremo que ya nadie me invita a cualquier reunión sin hacerlo también con él, y no se trata solo de mis parientes. Allá ellos.
          La reunión resultó, mientras estuvo Mariano, tan anodina e hipócrita como siempre pero, cuando se éste retiró con Inés, su mujer, comenzaron los comentarios acerca de la situación de una hermana muy joven de ella, quien desapareció hace varios meses y de quien dice que se la llevaron hombres de la Marina. Prácticamente y sin ningún tipo de pruebas, se dio por demostrado que esa chica de no más de diecisiete años andaba metida en la subversión. Les dije lo que pensaba, sobre todo de la santulona de Merceditas y se arruinó la reunión. Andrés y Beatriz estuvieron de acuerdo conmigo. Más él que ella. Nos señalaron la puerta de salida. Dije a Beatriz que se fuera a casa y, con Andrés, fuimos a su departamento. Pasamos una noche estupenda, como siempre me pasa cuando voy a la cama con él. Después vinieron las consabidas discusiones".

17-8-76.
          "Diego no aparece. Andrés y Carlos están como locos. Tal vez Andrés no se preocuparía tanto si supiera algunas cosas de su amigo desaparecido que me atañen".

23-12-76.
          "Hace más de quince días que no veo a Andrés. La última vez que nos encontramos, me dijo que le habían ofrecido un contrato para trabajar en una facultad de filosofía de España y, como le respondí espontáneamente que aceptara, se sintió herido. No entiendo para qué me consulta si, cuando le digo lo que pienso, se molesta. Ya sucedió otras veces, pero después arreglábamos las cosas en la cama. Esta vez, no. No comprendo bien qué me sucede con él. Lo quiero, pero me oprime hasta por presencia, pues, cuando está, no puedo actuar siendo yo misma, haciendo en cada momento lo que quiero hacer. Lo extraño,  pero no voy a llamarlo ya nunca. Espero que realmente se vaya a Europa, si es que es cierto eso de las amenazas de muerte que dice estar recibiendo. Al fin, podré de vivir mi propia vida, no la de él, como parece me quisieran imponer todos".

23-2-77.
          "Hace diez días volvimos de Brasil, donde fui de vacaciones con mi familia, accediendo a un pedido de mis padres y a la necesidad de alejarme de Buenos Aires por un tiempo.
          Mis días en el mar fueron más que interesantes. Conocí, en sentido corriente y también bíblico, a varios brasileños. Me encanta esa gente. Vive sin creer que todo acto que se hace en común con otra persona implica algún tipo de compromiso. A diferencia de mi ex pareja, quien busca explicaciones a todo y para todo, son espontáneos. Tienen alegría de vivir y les basta con sentir el mundo en su piel para ser felices. Creo que sé que diría Andrés a este respecto, pero ya no me interesa."

15-4-77.
            "Beatriz me dijo que Andrés se fue a España y que ella compró su departamento. Creí que él me llamaría antes de irse, pese a nuestro distanciamiento. Me molestó mucho que no lo hiciera y que se reuniera con mi hermana antes de partir. Discutí con Beatriz. No tenía derecho a ocultarme los planes de mi ex pareja y menos a hacer esa compra sin avisarme. Ella sabía que yo podría desear comprarlo. En última instancia, esas paredes tienen más recuerdos para mí que para ella. Sospecho que se ha enamorado de Andrés. Se lo dije y su cara enrojeció completamente. Pobre Beatriz; siempre ha querido desplazarme en todo y nunca lo ha conseguido. En esta oportunidad, pasará lo mismo y, si Andrés vuelve alguna vez a la Argentina, me bastará con llamarlo para que las cosas comiencen de nuevo. De todos modos, me siento más libre teniéndolo lejos".

El exilio interior (Cap. XXXVI) - Novela


Cap. XXXVI. 26 de octubre de 1985.

          Acompañé a Beatriz en todas las gestiones que tuvo que hacer para cremar el cuerpo de Margarita. Con sus cenizas en una pequeña urna, con la compañía de la madre de ambas, viajamos a Claromecó, un balneario apacible y hermoso de la costa sur de la provincia de Buenos Aires, donde el sol sale y se pone en el mar y donde existe un arroyo que desemboca en el Atlántico. El padre de aquella que fuera mi pareja, a quien yo, no sé por cuales motivos, nunca llegué a tratar personalmente, quedó en Buenos Aires, enfermo y abrumado por la muerte de su hija. En el punto donde las aguas del arroyo se juntan con las del océano y en momentos cuando el sol marchaba para ocultarse, Beatriz arrojó los restos de su hermana. El viento, normal de esas playas, había amainado hasta casi desaparecer y las cenizas fueron directamente al mar. Por un instante, tuve la sensación de que el sol era más grande y rojo de lo acostumbrado y se detenía sobre el horizonte, pero inmediatamente descarté tal sensación, pues sabía que la tenemos siempre en el ocaso. De todos modos, ese enorme sol rojo, tristemente bello y detenido en el horizonte para contemplar las cenizas de ella, permanecía en mi mente como un componente necesario del ritual que realizamos y me pregunté si acaso no tendría razón Margarita cuando resentía mis explicaciones racionales, argumentando que quitaban gran parte de su belleza al mundo.
          La madre se arrodilló para rezar y Beatriz apoyó las manos en sus hombros. Yo me alejé unos pasos de las dos y murmuré una despedida con mucho de oración. Terminada la ceremonia, los tres caminamos por la playa, desde el arroyo hacia un faro que existe en el extremo este de la pequeña población costera. Creí ver la silueta de Santillán observándonos a la distancia pero pienso que debe haber sido otra jugarreta de mi imaginación, aún cuando no estoy por completo seguro.
          A modo de explicación de las razones que tuvo para elegir el lugar donde arrojó las cenizas de Margarita, Beatriz me contó que Claromecó era el balneario donde sus padres pasaban las vacaciones de verano, cuando ella y Margarita eran niñas.
          - Tengo de este sitio el mejor de los recuerdos. Aquí fuimos realmente hermanas, sin disputas graves ni celos. Aquí, nuestra convivencia fue siempre amable. Solo por eso quise traerla. Pienso que quizás también ella lo hubiera deseado. Recuerdo cuando caminábamos por la playa, más allá del faro, tratando de llegar a un cementerio de caracoles que existe algunos kilómetros hacia arriba. Nunca pudimos llegar solas, hasta cuando un día nuestro padre nos llevó en su coche y juntamos caracoles que, en ese entonces, me parecieron enormes pero que ahora, cuando los miro en casa de mi familia, no me impresionan tanto... Bueno, no creo que estos recuerdos te interesen mucho...
          Le dije que se equivocaba, que esos recuerdos me presentaban una parte de la vida de su hermana que nunca tuve y ella, luego de observarme detenidamente, prosiguió contando algunas anécdotas simples, como cuando su padre las llevaba por el bosque que rodea la zona y les decía, en un tono de broma que ellas dudaban aceptar, cuál era la casa del lobo.
          - Deberías haber conocido a nuestro padre cuando estaba sano. Era un hombre amable y con un sentido del humor estupendo. Ustedes se hubieran llevado bien, estoy segura. A veces, Margarita le hablaba de tu persona y él, siempre suspicaz con nuestros pretendientes, nunca se quejó por tu presencia en la vida de ella... ¿Por qué no te lo presentó?
          - No lo sé. Nunca hablamos de eso. Creo que me hubiera gustado conocerlo pero Margarita siempre se comportaba como si estuviera sola en el mundo.
          La madre nos interrumpió. Dijo sentirse descompuesta y dejamos nuestra conversación para llevarla a un viejo hotel, donde se encerró a descansar. Después de asegurarse que su malestar no era de cuidado, Beatriz propuso que saliéramos para poder mostrarme los lugares donde pasaron parte de su infancia ella y su hermana. Cuando llegamos a una plaza que supongo era la más céntrica, señaló un restaurante con techo de paja, ubicado en una de las esquinas, y comentó que en ese lugar solía ir a comer con sus padres. Se alegró que estuviera abierto y propuso que nos sentáramos a conversar y, eventualmente, cenar algo liviano. El dueño del local vino apresurado a atendernos y sus primeras palabras fueron para explicar que el menú estaba reducido a emparedados, porque todavía no era temporada de veraneo. Lo mismo decidimos entrar y sentarnos a comer y charlar.
          Nuestro diálogo estuvo poblado de silencios, pues ninguno de nosotros creyó adecuado el momento para retomar cuestiones que habían quedado inconclusas. Margarita fue un tema inevitable y también central de toda nuestra conversación. Parcial y progresivamente, me fui enterando de algunos aspectos de su conducta durante mi exilio. No conseguí que Beatriz me presentara un cuadro completo de todo lo sucedido pero expuso algunos indicios que, sumados a ciertos comentarios que hicieron Carlos y el doctor Wissenglaube, fueron configurando un perfil humano que distaba mucho del que yo atribuyera, hacia ya largo tiempo, a mi casi pareja. Supe también que Margarita había dejado un diario personal que, en un primer momento, pidió se me entregara, pero que después dejó librado a la voluntad de su hermana el hacerlo o no.
          Pasada la medianoche, regresamos al hotel. Ella fue a ver cómo estaba su madre y quedó acompañándola. Yo me retiré a mi habitación, donde quedé insomne hasta casi la hora de levantarnos para desayunar y retornar a Buenos Aires. Antes de tomar el camino de regreso, volvimos a la playa, para visitar el lugar donde arrojamos las cenizas y, como hiciera durante el atardecer de la víspera, me mantuve a unos pasos de distancia de Beatriz y su madre, quienes llevaron flores que dejaron caer al mar. El paisaje, sin embargo, ya no era el mismo. El viento arrastró esas flores y un sol más pequeño daba sobre nuestras espaldas, cuando mirábamos en dirección del arroyo. El lugar, empero, mantenía la belleza de siempre y quise creer que el alma de Margarita había encontrado, por fin, un sitio adecuado para su descanso.