martes, 9 de agosto de 2011

El exilio interior (Cap. IX) - Novela


Cap. IX.  5 de setiembre de 1985

          El estado de salud de Margarita es irreversible. Beatriz volvió a pedirme que fuera a la clínica donde su hermana se encuentra internada, pues me reclama continuamente. No pude ni tampoco quise negarme. Llegué alrededor de las diez y media de la mañana y la enferma me aguardaba sentada sobre su cama, con la cabeza apoyada sobre varios almohadones acomodados de tal forma que impedían que se cayera sobre un costado. Su aspecto era lamentable. Trató de sonreír y comenzó a hablar en tono quedo.
          - Esto se acaba y, antes de desaparecer por completo, quería verte cuantas veces me sea posible. Son tantas las cosas que tengo para decirte y tan poco lo que resta del tiempo que se me concedió sobre esta tierra... Tan poco... No voy a hacerte una confesión detallada de mis, digamos, errores o pecados, por llamarlos de alguna manera que no te escandalice. Solo diré que, probablemente, tenías gran parte de la razón... No creas que toda la razón, solo una gran parte de ella... Pero eso de nada me sirve ya...
          Levantó su mano en dirección a una de las ventanas, como para señalar algo pero la bajó inmediatamente.
          - Creí que venían por mí, pero fue solo una ilusión tonta porque nadie lo hará... Nadie, absolutamente nadie vendrá por mí...
          Su cabeza cayó hacia un costado. Parecía completamente agotada. Me paré para llamar a un médico, a su hermana o a una enfermera, pero reaccionó pidiendo que no lo hiciera.
          - No es necesario - dijo -. Además; ¿qué podrían hacer ahora que es tarde para todo? Quedémonos los dos solos aún cuando sea por pocos minutos.
          Asentí con un movimiento de cabeza y ella continuó:
          - ¿Recuerdas cómo te gustaba estar solo conmigo? Te gustaba al extremo que hasta tus amigos parecían molestarte si se quedaban mucho tiempo... A mí también me gustaba, no voy a negarlo, pero yo no toleraba demasiado tiempo nada. Ni siquiera esa soledad compartida, tan dulce, tan amable. Nunca pude olvidar esos momentos... Ni aún cuando estaba con cualquier otro hombre, pues eso es lo que hice cuando te fuiste. Lo hice porque necesitaba saber... Bueno, no pongas esa cara de sorpresa. En realidad, ya no importa mucho qué necesitaba saber entonces. Tantas veces, he tratado de llevar mis sentidos al paroxismo, buscando un éxtasis que nunca llegó.
          Dejó de hablar y me miró, quizás para ver si mi reacción de sorpresa se mantenía. Jadeó ligeramente y continuó:
          - Fue injusto que te fueras tan lejos, muy injusto.
          Mis ojos estaban llenos de lágrimas. Ella no lloraba.
          - Yo no te dejé - dije -. Creo que nunca pude hacerlo, pero me hubieran matado si me quedaba en la Argentina. Sabes bien que me estaban buscando para matarme.
          - La única importancia que tiene la muerte es dejar de sentir, como pronto pasará conmigo. Dejaré de sentir y nada más... Fuiste muy injusto al dejarme sola.
          - Hacía ya tiempo que no nos veíamos cuando me obligaron a irme. Además, me habías pedido que te dejara. - traté de aclarar.
          - Si, es cierto. Pero te pedí que me dejaras sola, no que te fueras tan lejos - respondió -. Yo necesitaba saber que estabas cerca y que, quizás, podía llamarte y vendrías... Tan lejos como te fuiste entonces, ya nada pude hacer, nada.
          - No me pediste que te dejara sola por un tiempo, sino que me fuera... - insistí.
          Volvió a inclinarse hacia un costado. Me levante para sostenerla, pero me lo impidió con un gesto. Hizo un esfuerzo enorme y pudo retomar una postura medianamente erecta. Indicó que volviera a mi silla y cerró los ojos. Permanecimos callados no sé cuanto tiempo. Supongo que Beatriz escuchaba desde afuera y notó el silencio, porque entró preguntando qué pasaba.
          - Creo que se ha dormido. Debe estar completamente agotada - respondí.
          Ella se acercó a su hermana, susurró algo a su oído y, después que ésta respondiera, me señaló la salida. Obedecí. Esta vez, Margarita no pidió que me quedara.
          Esperé que Beatriz saliera. Tardó algunos minutos. Ya en el pasillo, rompió a llorar antes que yo pudiera decir cosa alguna.
          - Le queda muy poco tiempo y lo sabe. Por momentos, se desespera y por momentos, se muestra extrañamente tranquila, calmada, como si aguardara que la muerte la libre de su situación. Recién me pidió que te dejara ir.
          - ¿Que me dejaras ir? - dije mientras pensaba que Margarita seguía sintiéndose dueña de mi persona - No entiendo.
          - Yo tampoco llego a entender bien cuanto dice o hace, pero creo que, en tu caso, no quiere que la veas pasar por alguna de sus crisis. Es un espectáculo terrible.
          - ¿Qué es lo que la está matando? - pregunté sospechando cuál era la respuesta.
          - Creo que lo sabes muy bien - dijo en un tono que me sonó como una acusación - Hoy, es la complicación de un resfrío que derivó en una neumonía. Antes, fue la droga y, después, una secuela en enfermedades simples, pero que a ella la postran completamente.
          Yo lo sabía, claro que lo sabía, pero me costaba mucho aceptarlo, como supongo le costará a cualquier ser humano admitir eso en una persona que alguna vez amó más allá de toda circunstancia. No hice más preguntas. No estaba con ánimo para eso. Solo dije a Beatriz que podía llamarme cuando quisiera. Contestó que lo haría y pidió que me fuera del sanatorio, pues nada podía hacer en ese momento.
          - Margarita duerme, - agregó - y es posible que lo haga por muchas horas. Si quieres, podemos hablar de nosotros. Alguna vez, tendremos que hacerlo.
          - Hoy, no por favor Beatriz. Hoy, no. Cuando todo termine, nos reuniremos para ver qué podemos hacer respecto de nosotros y nuestro futuro...
          Estaba diciendo la verdad. No era momento para pensar en qué sería de mi relación con la hermana de mi ex pareja.
          Salí de la clínica y llamé un taxi para ir a casa a encerrarme a llorar. No deseaba que nadie me viera en tal situación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario