martes, 9 de agosto de 2011

El exilio interior (Cap. X) - Novela


Cap. X. Noviembre de 1975

          El seminario del doctor Wissenglaube ha concluido y, con él, también mi carrera universitaria. Margarita aún debe cursar seis materias, lo cual le demandará alrededor de un año. Carlos se graduó junto conmigo. El tiempo de duración del curso del teólogo implicó algo parecido a una tregua en mis constantes conflictos con Margarita. Su conducta fue, si no extraña para con su carácter, por lo menos bastante previsible para con el mío. Postergó la proyectada compra de una casona en San Telmo y repartió su tiempo entre el hogar paterno y mi departamento.
          Nos reunimos varias veces con el monseñor y fuimos profundizando algunos temas que había solo mencionado en su seminario. En cierta oportunidad, no recuerdo con precisión la fecha, volví a preguntarle quién fue "el primer teólogo”, personaje histórico al par que atemporal y religioso, del cual nuestro circunstancial maestro hablaba a menudo pero del cual nunca dio una definición precisa.
          - Joven amigo, - contestó - creemos que usted ya lo sabe. Su muy admirado Böhme lo ha mencionado continuamente y, si eso no le resulta suficiente, podemos decirle que, de modo próximo al sentido común actual, su lo encuadró bien cuando, en nuestra primera clase, dijo que "los teólogos lo arruinan todo".
          Se volvió hacia Margarita y le dedicó una sonrisa harto burlona, según mi modo de ver. Contra lo que esperaba, ella no reaccionó, sino que se mostró muy turbada. Yo sí reaccioné, tratando de defenderla.
          - Nada en este mundo da derecho a...
          Iba a decir "a la grosería", pero Wissenglaube se me adelantó:
          - Espero no hayan interpretado nuestra sonrisa como una burla, nada está más lejos de nuestra intención.
          Volvió a sonreír de modo exactamente igual, pero yo ya no tenía ganas de reaccionar. En cambio, traté de retomar el tema del primer teólogo y dije:
          - Tiene usted razón. Lo había imaginado desde un principio.
          Más satisfecho, nuestro profesor abandonó su sonrisa y comenzó una larga explicación que, en resumen, repetía el argumento del místico alemán referido a la condición limitante o auto limitante de la primera creación de Dios.
          - El fue el primero que se enfrentó al Creador y, en consecuencia, se transformó en la primera determinación del Ser, como lo expresaban ontológicamente los más talentosos y capaces de entre los filósofos del idealismo moderno, nuestros antepasados alemanes. Es la primera, la originaria negación de Dios  pero eso es algo que, como usted comprende, se repite cada vez que un sujeto crea un ente exterior.
          - Todos los demás teólogos - preguntó Margarita, saliendo de su mutismo -; ¿son acaso meros discípulos del primero?
          Wissenglaube contestó ambiguamente que, "en cierto sentido, son continuadores", agregando que no nos "atreveríamos a calificarlos a todos como discípulos, aún cuando muchos puedan o merezcan serlo".
          Ella insistió:
          - ¿Cómo es el primero de ellos? ¿Cómo siente; cómo razona; cómo se comporta; cómo satisface su ser?
          El teólogo tornó a sonreír burlonamente. Pensó o simuló pensar unos instantes y respondió:
          - Para sus actuales expectativas, podríamos decir que es absolutamente indescriptible.
          Margarita volvió a enmudecer, esta vez por un largo rato. Wissenglaube, sin aguardar una nueva pregunta, retomó sus conceptos sobre los griegos, agregando a todo cuanto había dicho durante sus clases que "ellos se sentían parte de toda realidad, antes que sus opuestos, porque el único modo de integrarse verdaderamente al mundo es creándolo o creando una parte de él y en armonía con él".
          - Recién con Aristóteles, - agregó - los helenos comenzaron a trazar de manera sistemática algunos conceptos que luego servirían a diversas interpretaciones de naturaleza teológica. Es probable que algún presocrático emparentado con la sofística lo haya hecho antes, pero sus formulaciones eran muy difusas, casi poéticas.
          Tal como ya era su costumbre, después de expresar algo que despertaba mi interés, Wissenglaube calló, como aguardando que yo preguntara, porque me estaba mirando.
          Margarita, más recuperada, se me adelantó, inquiriendo acerca de las formulaciones poéticas "si éstas no conllevan algún modo diferente de saber", pero otra vez el teólogo volvió a ignorarla ostensiblemente. Quise evitar que ella sufriera un nuevo disgusto e interrogué al profesor acerca de las razones que tenía para efectivizar tal caracterización del pensamiento aristotélico y él, después de sonreír, ahora sin rastros de ironía, respondió:
          - Antes de Aristóteles y dentro de una visión monoteísta, la cual, dicho sea de paso, es la única que admite el desarrollo de las teologías, la divinidad de los griegos era un principio que actuaba como fundamento de toda realidad y moraba a veces en el mundo, a veces fuera de él. Platón, por ejemplo, hablará de "lo divino", empleando para ello un sustantivo neutro, es decir, algo exento de todo atisbo de subjetividad. Aristóteles, por el contrario, se remite a un Dios persona, un Dios-Sujeto y lo menta en la primera persona del singular del género masculino.
          Volvió a mirarme, como si solo yo estuviera presente, y prosiguió:
          - Va de suyo, como suponemos usted ya sabe joven amigo, que un sujeto es tal cuando se opone a un objeto. Toda forma de subjetividad conlleva esa oposición. El "Motor Inmóvil" de la Metafísica aristotélica mueve sin ser movido "como el amado al amante" y, por eso, trasciende la realidad fáctica, está más allá de ella, está fuera de aquello que llamamos mundo. El endiosamiento de sí mismo que hace el individualismo actual también, si bien no se pone fuera del mundo, autodefine al hombre como una "antífisis", como algo contrario a ese mundo y no lo hace solo en teoría, sino que ese hombre, esa "antífisis" parece empeñada en destruir ese mundo sin comprender que, si logra eso, se autodestruirá.
          Margarita pidió que especificara mejor esa diferencia, ya que "el dualismo platónico ha sido rescatado por la teología cristiana como teniendo uno de sus lados fuera de la realidad mundana" y Wissenglaube replicó:
          - El principio platónico no está fuera de esa realidad que usted califica como mundana, a pesar de ese dualismo, o más bien, no lo está porque ese dualismo mora en el mundo y en el pensamiento de los hombres. Los teólogos, siempre nos hemos remitido a un Sujeto Divino. Analizamos y por lo menos tratamos de explicar, todo aquello que ese Sujeto hace o dice. Somos tributarios de esa oposición entre el Creador y el mundo por Él creado y dentro del cual vivimos. Comprenderá que, con dioses que se relacionen directamente con los humanos, como sería, por ejemplo, el caso de un Aquiles, hijo de una diosa y un hombre, los teólogos tenemos poco y nada que hacer.
          Hizo silencio, mientras sonreía, ahora para sí mismo. Después dejar pasar unos instantes, me miró y prosiguió:
          - Todavía en la epopeya clásica, el poeta no habla por sí mismo y hasta un símbolo casi completo de la verdadera identidad humana como el hijo de Peleo es mencionado indirectamente. La Ilíada comienza con una invocación a las divinidades, invocación que dice, si mal no recuerdo, "canta, oh musa, la furia de Aquiles" y toda la obra parece obedecer a ese comienzo. Muy diferente es la Odisea, donde se narra, al modo como lo hace una novela moderna, las aventuras de Ulises. Aquiles es un arquetipo para hombres que conviven y hablan con los dioses; Odiseo es el primer símbolo del subjetivismo individualista o de los hombres que enfrentan a los dioses. Por eso, Aquiles siempre será igual a sí mismo, mientras que Odiseo adopta la forma que cada oportunidad le va exigiendo. Odiseo es astuto, pero no es leal ni solidario. Los hombres que nacieron mucho después, como sucede con los que viven actualmente, son más parecidos a Odiseo que a Aquiles pero, de tanto en tanto en la historia, encontramos algún pélida que honra y justifica lo mejor de la condición humana. Es él quien más interesa, en última instancia, a Dios y al Diablo.
          Calló nuevamente durante algunos largos segundos. Tornó a sonreír y me interrogó otra vez directamente, desechando que fue Margarita quien hizo la última pregunta.
          - ¿Resulta para usted satisfactoria esta explicación?
          Asentí, tanto para él, cuanto para mí, con un movimiento de cabeza. Hizo un gesto de aprobación y agregó:
          - Para nosotros, es un verdadero placer serle útiles.
          Se levantó de repente y, antes que yo pudiera hacer pregunta alguna, miró su reloj y dijo:
          - Lamentamos dejarlo, pero tenemos una importante e ineludible reunión esta misma noche.
          Saludó y se marchó. Como sucediera después de la primera reunión privada con el teólogo, tuve que tomar a Margarita de la mano y prácticamente sacarla del local. Caminaba como un autómata, seria y tan absorta en sus pensamientos, que no contestó cuando pregunté donde quería pasar la noche. Llamé un taxi y di mi dirección. Ya dentro del vehículo y luego de varios minutos de viaje, me dijo apenas susurrando:
          - Ellos te prefieren.
          - ¿De quién diablos estás hablando? - inquirí sorprendido.
          - De ellos... De cualquiera de los dos ... No quieras decirme que no te diste cuenta - contestó.
          Quise creer y terminé por creer que ella se estaba refiriendo al doctor Wissenglaube y su cuerpo de ayudantes y cambié de tema, tratando de distraerla. Cuando llegamos a mi casa, ya pasada la medianoche, Margarita corrió hacia la cama y se tiró sobre ella. Me senté a su lado. Apoyó la cabeza sobre mis rodillas y, mientras yo jugaba con mis manos sobre su pelo, se dio vuelta y sonrió. Parecía haber olvidado todo lo sucedido. Se levantó y comenzó a desnudarse con tal gracia que yo también preferí dejar para otra oportunidad el comentar nuestra conversación con el teólogo.

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