martes, 9 de agosto de 2011

El exilio interior (Cap. XXXIX - FIN) - Novela


Cap. XXXIX

          Estoy tratando de reordenar o, mejor dicho, de rehacer mi vida. Los sentimientos y pensamientos que me abruman son aquellos que, supongo, configuran la nostalgia de un paraíso perdido. El país al cual he retornado, no solo no me esperaba como soñé que lo haría, sino que tampoco es el que dejé cuando me obligaron a exiliarme. Al margen de la desaparición o muerte de muchos de mis amigos (algo irremediable y doloroso), es la misma sociedad la que no parece querer dar abrigo, no solo a mí, sino al grueso de sus integrantes. Junto con mis muertos, - a quienes la propaganda política de casi todos los signos transformó en estadísticas que medían el horror en un más o en un menos - se han ido los sentimientos de solidaridad y esperanza. También se fueron los recuerdos de un pasado que, ya no tengo dudas, fue mejor en más de un sentido, pues en él se podía soñar y forjar proyectos para el futuro.
          Hoy, en mi hoy, todo parece reducido a una supervivencia sin reglas. La democracia, presentada como una panacea para todos los males originados en el pasado reciente, "no ha demostrado ser lo que pretendía ser", como lo expresaba Wissenglaube, siempre a tono con los pensadores del idealismo alemán. Los beneficiarios del golpe de Estado de 1976 siguen gobernando indirectamente una sociedad sin memoria y los mandantes de turno, cuya concepción del gobierno llega a hacerme creer que nunca ha superado su vocación electoralista, no solo no tomaron el toro por las astas en materia política y en el terreno económico, sino que también cedieron ante los militares, con engendros jurídicos como la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida, que borraron con el codo lo que apenas llegaron escribir con la mano. Antiguos funcionarios del Proceso, responsables en el secuestro, asesinato y desaparición de personas, permanecen o aún reaparecen en cargos públicos. Funcionarios y técnicos, quienes fueran obvios mandaderos de los círculos financieros internacionales y hacedores de una deuda externa pública que condena a una segura futura pobreza a la mayoría de la población y cuya concreción fue sostenida a sangre y fuego, ostentan puestos públicos de relevancia. Jueces que no aceptaron habeas corpus por detenidos y desaparecidos, que permitieron hasta el robo de niños y toleraron asesinatos masivos, siguen atornillados en sus puestos. Empresarios que se enriquecieron con la "plata dulce", al tiempo que empobrecían al país que los prohijó, que gastan dinerales en frivolidades, como una septuagenaria que apareció en la tapa de una revista de actualidad después de operarse las tetas o lo que quedaba de ellas, declarando que ahora "tenía las mismas medidas que cuando se casó", son presentados como arquetipos exitosos, ante una sociedad que no los juzga ni los rechaza. Represores y torturadores confesos se presentan a cargos electivos y triunfan.
          Me repito, una y mil veces, que no puedo integrarme a un mundo que ha subvertido todos sus valores y, consecuentemente, no puedo prosperar como sujeto en ese mundo que no quiere ya pensar en su pasado y menos proyectar su futuro, sino solo sobrevivir restringido al hoy, pero eso no sirve para mi consuelo porque no existe hoy otro mundo distinto. Tampoco quiero retomar mi condición de exiliado, entre otras cosas, porque la subversión ética, en mayor o menor grado, se ha instalado en todo el planeta.
          Sin embargo, en toda oportunidad cuando pienso en el destino de mi Argentina, pido piedad a los dioses, cualesquiera que éstos sean y me incluyo en ese pedido.
          Todavía no me afectan las angustias económicas, porque me queda casi toda la reserva de dinero que traje de Europa y porque sigo cobrando sumas relativamente importantes para lo que son mis necesidades en materia de derechos de autor, además de dictar algunos cursos y escribir artículos de tipo periodístico. Por mediación de Monseñor Wissenglaube, he recibido algunas ofertas para volver a España, pero ya no tendré mi cátedra, sino que se me solicita me haga cargo de una serie de cursos de post grado. El teólogo, empero, insiste en que vuelva a Europa lo más pronto posible, pues "las oportunidades de una reinserción en los círculos académicos del Viejo Mundo desaparecerán con el tiempo” .
          Mantenemos una correspondencia epistolar frecuente, pero cada vez más exenta de temas personales. No he podido concretar una idea definitiva acerca de su personalidad, mas creo que su prédica puede representar a cualquiera de los extremos de la consciencia humana.
          En el terreno afectivo, Carlos y sobre todo Beatriz me ayudan mucho. Respecto de ella, pienso que estaría dispuesta a acompañarme al lugar donde yo decida ir y, con solo eso, hasta se sentiría feliz, pero no tengo la valentía ni el derecho de ofrecerle tan poco. Quizás, con el tiempo, se borren las marcas que tiene mi espíritu y pueda corresponderle plenamente. Por lo menos he llegado a pensarlo y eso implica algún avance, una reacción de mi alma en el duro camino del reencuentro conmigo mismo.
          No obstante, también siento que estoy perdiendo, uno a uno, mis sueños y no sé si podré vivir sin ellos.

                                  *                       *                       *

          Aún pienso mucho en Margarita y, cada vez que la recuerdo, se me nublan los ojos.
          Sin embargo, - y lo lamento tanto - no he podido rescatar una sonrisa para su memoria.

FIN

1 comentario:

  1. Me gustaría contactarme con el señor Pannunzio por una investigación sobre los años 60 en Buenos Aires. Mi mail es mhraiaœyahoo.com.ar Muchas gracias. Matías.

    ResponderEliminar