lunes, 8 de agosto de 2011

Nuestra amistad nació a los golpes. Cierto día, durante el almuerzo y con bastante gente delante, discutimos sobre un tema político que no recuerdo ahora bien. No era una confrontación equitativa y, cuando lo arrinconé con mis argumentos y se no le quedó más remedio que callarse, no tuve mejor idea que ridiculizar lo que él pensaba. El golpe llegó inmediatamente y yo, recién llegado de un pueblo chico, donde exista el prejuicio del deber de devolver todo cuanto se recibiera en este terreno, me paré y le dí una trompada en plena nariz. Me miró con sorpresa. Me preparé para recibir una soberana paliza, pero no hizo otra cosa que reirse. Cuando se acercó, me puse a la defensiva. Era innecesario. Solo quería abrazarme.
- Por fin un hombre - dijo mientras limpiaba su nariz llena de sangre.
de "Medea" Novela de Raúl Pannunzio 

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