martes, 9 de agosto de 2011

TRATAR CON POLITICOS


                Llamaron de urgencia a Pablo para que asistiera a una reunión de una consultora dedicada al análisis de diversos temas relacionados con el mercado político. Querían tenerlo en las oficinas inmediatamente pero pidió media hora de plazo, tiempo que estimaba necesario para tomar un baño, afeitarse y llegar al lugar de la cita. Como se trataba de trabajo y hacía tiempo que estaba casi desocupado, se alegró por el llamado y comentó el tema con su hija mayor, diciéndole que avisara a su madre que quizás volvería tarde.
                Cuando llegó a la consultora, Esteban, el dueño de la misma; lo presentó a una mujer, la doctora Raquel Baugner, encargada del área de salud pública de una fundación, y a un hombre, el doctor Miguel Gatti, esposo de la misma y también especialista en ese tema.
Lo hicieron pasar a una sala de reuniones y allí le dijeron que lo necesitaban para reformular un trabajo técnico sobre salud de tres provincias del noroeste del país, después de los estudios que, en cada una de ellas, un grupo de especialistas había realizado para la fundación del sector político al cual, tanto la doctora Baugner, cuando su marido, pertenecían.
                - El trabajo está destinado al MERCOSUR y debe ser presentado antes de diez días - le aclaró Esteban, mientras le entregaba tres carpetas -. Esto te deja solo una semana para hacer tu parte. Tienes que decirnos ahora si crees que lo podrás hacer en ese tiempo.
                Pedro abrió una de esas carpetas, leyó algunas páginas, prejuzgó que el resto de su contenido sería similar y respondió:.
                - Creo que puedo hacerlo pero desearía conversar un poco el tema con ustedes para tener una idea más aproximada de la forma y la extensión que se deben dar a estos informes.
                Una joven y agraciada asistente que llamó a la puerta y entró en la sala con una bandeja con café y “croissants” fue motivo para que todos callaran y solo reiniciaran la conversación cuando el empleado se retiró, lo cual hizo que Pablo sonriera, mientras pensaba que obviamente estaba entre políticos de medio pelo, dada la inclinación de sus acompañantes a mantener en secreto hasta el más trivial de los asuntos.
                Explicó enseguida cómo pensaba realizar el trabajo e hizo algunas observaciones con relación al uso estilístico del español.
                - No es lo mismo escribir o decir “alguna situación” que “situación alguna”, cuando se quiere destacar un frase - afirmó en determinado momento y eso pareció impresionar a sus interlocutores, quienes, ya sea por sus demostraciones de manejo del idioma o porque estaban apremiados por el tiempo, se mostraron absolutamente confiados en su capacidad para llevar a buen puerto la tarea que le habían encomendado.
                Alrededor de una hora más tarde, abandonó la reunión. Esteban lo acompañó hasta la puerta y le dijo, con tono de disculpa, que solo contaban con seiscientos pesos para pagarle, pues “los fondos disponibles están casi agotados”. Sabía que la tarea que tendrá que realizar estaba bastante por encima de dicha cifra pero, como no tenía nada que hacer y pensando que eso podía recolocarlo en el mercado de trabajo, respondió:
                - No te preocupes. Es algo en lo que quiero trabajar, porque me permite acceder a mucha información sobre un tema que me interesa. Mañana te llamo para que hablemos un poco más de algunas implicaciones de este asunto.
                Media hora más tarde estuvo en su casa e inmediatamente se dedicó a estudiar el material que le entregaron, confirmando sus primeras impresiones, tanto aquellas relativas al modo tosco como estaba redactado, cuanto a la importancia informativa del mismo.
                Trabajó toda la noche en su PC y pudo completar un esquema del informe para, después que sus contratantes lo aprobaran, ir incorporando al mismo las planillas con las estadísticas de las carpetas recibidas y comentarios de tipo conceptual.
                Bastante avanzada la mañana, llamó a Esteban y le dijo hasta donde había llegado con su tarea. Éste se mostró más que conforme y le pidió que grabara un "disquette" y lo enviara a sus oficinas. Minutos después, comunicó lo mismo a la doctora Baugner y ésta, después hacer un pedido similar, le preguntó si no podía reunirse en privado con ella, una vez concluidas todas las tareas, "para conversar sobre algunas cuestiones de trabajo".
                Pedro sintió que sus mejores presentimientos estaban por cumplirse.

                *                             *                             *

                Entregó el informe el día comprometido, después de trabajar hasta quince horas diarias. Colaboró en las correcciones que hubo que realizar con el fin de hacer más coherentes algunos datos numéricos y también en la elaboración de cuadros estadísticos adicionales. Todo eso sin percibir un centavo por encima de los seiscientos pesos acordados, los cuales le fueron pagados inmediatamente.
                Cuando todo estuvo terminado, sus tres contratantes lo invitaron a almorzar en un restaurante cercano a la consultora y, en la conversación que mantuvieron durante ese almuerzo, Esteban insinuó que lo necesitaría para redactar informes relativos a una campaña publicitaria que estaba haciendo para una conocida y controvertida figura política. Esta insinuación fue captada por la doctora Baugner, quien apuró su decisión de ofrecerle continuar trabajando para ella en tareas del tipo de las que ya había realizado.
                - Nuestra fundación - le dijo en un momento cuando Esteban había ido al baño - tiene un contrato con un organismo internacional para estudios similares a los que usted rehizo, pero para todas las provincias argentinas, comenzando con la de Buenos Aires, y nos gustaría contar con su colaboración. Supongo que es una tarea que insumirá, por lo menos, un año y medio. Si pasa mañana alrededor de mediodía por nuestras oficinas, podremos hablar más detenidamente sobre todo esto.
                Pedro no quería creer en su buena suerte. Tras un año sin trabajar, le llegaban un par de ofrecimientos importantes y tenía la posibilidad de elegir entre ellos e, incluso, aceptar los dos.
                Salieron del restaurante alrededor de las dos de la tarde. Trató de hacer un aparte con Esteban para ver si quería conversar con él sobre la redacción de los informes de la campaña, pero éste, no solo no reiteró su medio ofrecimiento, sino que también le dijo que hablara con Graciela, una de sus secretarias, quien le “avisaría si se producía alguna novedad”.
                Su conclusión fue que el publicista se dio cuenta de la actitud de la doctora y, quizás sospechando que Pablo había aceptado, molesto, postergó para un futuro indefinido su propuesta de trabajo.

                *                             *                             *

La reunión con la doctora Baugner significó, antes que la efectivización del contrato de trabajo que esperaba, la reiteración de las promesas que antes le hiciera pero de una forma un tanto vaga.
                - Tengo que elaborar informes sobre el actual estado de salud de la población de todo el país, provincia por provincia y de un modo similar pero no idéntico, porque las informaciones que reunió nuestro partido son más completas que las que usted utilizó hasta ahora con el noroeste - dijo -. Comenzaremos con la Capital Federal y continuaremos después con la provincia de Buenos Aires. Le entregaremos los datos que hemos reunido hasta el presente y es probable que, en algún momento del mes próximo, tenga usted que viajar al interior.
                Como no hizo alusión alguna al contrato o a sus honorarios, Pablo mencionó, con bastante timidez ese tema y la mujer, después de preguntarle cuanto aspiraba cobrar y obtener como respuesta una cifra tentativa, contestó que consultaría con el contador de la fundación cual era la situación financiera de la entidad y cuáles las posibilidades de pago en función de dicha situación.
                - De todos modos, - agregó - no se preocupe por eso. Haremos el máximo esfuerzo para poder contar con su colaboración. Mientras tanto y como tenemos bastante urgencia, le pido que vaya analizando el material disponible y nos comunique cuanto de él puede ser utilizado y cuanto nos falta por conseguir para que los informes sean serios, pues queremos que nos sirvan para elaborar un plan nacional de salud que ser presentado en nuestra campaña electoral.
                Pablo recogió el material que le entregaron, se fue a su casa y reinició tareas que, como ya las conocía mejor, le resultaron harto más accesibles.
                Preparó un esquema aplicable a todos los casos y, dos días más tarde, llamó a la médica para informarla de sus avances. La doctora Baugner pidió verlo a la brevedad posible y se reunieron ese mismo día en las oficinas que ella tenía en la fundación. La mujer miró con estudiada atención el esquema, le introdujo una serie de correcciones absolutamente innecesarias, del tipo de aquellas que, sobre todo en la Argentina, los funcionarios se sienten obligados a realizar cuando un eventual subordinado les presenta un trabajo técnico, conozcan o no la metodología empleada, y se lo devolvió, pidiéndole que tratara de terminar los dos primeros informes en un plazo de diez días.
                - Si ustedes me entregan en tiempo todos la información empírica, - respondió él - no habrá ningún problema.
                - Perfecto - dijo ella, mientras le solicitaba su teléfono y dirección particulares y los incorporaba a una agenda electrónica -. Esta misma semana enviaremos a su casa ese material.
                Pablo recogió sus papeles con las correcciones y volvió a su computadora.
                Durante la primera semana de trabajo, tuvo que enfrentar algunos inconvenientes en su relación con quien lo había contratado. La mujer lo llamaba a diario y a cualquier hora, tanto para recordarle el plazo comprometido para la entrega del trabajo, cuanto para plantearle pequeñas pero nuevas y constantes exigencias.
                Al culminar esa semana, terminó la primera versión del informe y la presentó a la doctora Baugner, quien aprobó en general su trabajo, pero realizó una serie grande de correcciones sobre los textos, similares a las que había hecho antes, le pidió que incorporara una lista de nuevos datos y prácticamente le exigió que tuviera listo todo el material el lunes siguiente, lo cual significaba que tendría que trabajar sábado y domingo.
                Él volvió a su casa y trasladó esas correcciones a la versión grabada que tenía en su PC. Incorporó luego los nuevos datos pero eso implicó que tuviera que hacer nuevas modificaciones en los textos. Terminó, sin embargo, a tiempo y ese lunes por la mañana llamó a su contratante y le preguntó si le resultaba posible hacer una reunión de trabajo por la tarde.
                Estuvieron revisando los materiales casi dos horas. La mujer volvió a introducir modificaciones ociosas en los textos y se los devolvió para que los presentara al día siguiente.
                Pablo fue de nuevo a su casa y volvió a trasladar las correcciones de la doctora a la grabación que tenía en el disco de su computadora. Con sorpresa, comprobó que ese traslado prácticamente retrotraía los textos a su primera versión pero trató de no pensar mucho en ello.
                Cuando presentó lo que consideraba una versión definitiva de los informes, la mujer realizó nuevas observaciones sobre la redacción del mismo.
                - Usted exagera el uso del punto y coma – sostuvo a modo de justificación - y el presidente de la fundación, que siempre revisa todo lo que yo escribo, lo detesta. Creo que debería eliminar ese signo ortográfico.
                Asombrado, contestó que “ese signo siempre se emplea para las enumeraciones, cuando aparecen oraciones subordinadas”, pero ella insistió en el tema, afirmando, como si se tratara de un dogma, que “el doctor Montagna siempre me llena con trazos de lápiz rojo los textos donde aparece”.
                - Entonces, - contestó Pablo ya bastante harto - no quedará otra solución que modificar las reglas de la sintaxis española para adecuarlas a las inclinaciones estilísticas de su jefe.
                La mujer lo miró con disgusto y él, ya bastante adelantado en la escuela de las pequeñas humillaciones, se disculpó por el comentario y trató, sin éxito, de disfrazarlo de broma, pues el trabajo estaba antes que nada y aún por encima de cualquier pequeño manoseo. Por esa misma razón, tampoco aludió al hecho de que las correcciones que ella realizaba en los textos los retrotraían asiduamente a sus versiones originales.
                Al retirarse, ofreció hacer una nueva redacción del informe, pero la doctora Baugner declinó esa oferta, diciendo que “cualquiera de las secretarias de la fundación puede hacer ese tipo de correcciones”, argumento que le sonó un tanto ofensivo y con el cual ella dio por concluida la reunión.
                Quedó mirándola y la médica, dándose cuenta que no había siquiera mencionado el pago de los trabajos dijo:
                - Antes de fin de semana, lo llamaremos para resolver la cuestión relativa a sus honorarios.
                No hizo mención alguna a la continuidad del trabajo.

                *                             *                             *

                Pablo tardó más de un mes en cobrar y la cifra percibida fue igual a la que le pagaron cuando hizo su primer informe, con el agregado de que, en esta oportunidad, tuvo que trabajar prácticamente el doble.
                Al ir a retirar el dinero, no lo atendió la doctora Baugner sino una secretaria, quien le dijo que su jefa “estaba en esos momentos en una importante reunión que no podía abandonar por ningún motivo” y pidió que le remitiera, dentro de un plazo breve, un recibo por el valor del cheque que le entregaba.
                Notó que la chica se sentía avergonzada y se propuso no hacer comentarios que la incomodaran más. No obstante, antes de marcharse, no pudo evitar decir:
                - Supongo que aquí termina una relación de trabajo que se planteó para uno o dos años.
                Su interlocutora lo miró con pena y se atrevió a comentar:
                - Usted es la sexta o séptima persona, en lo que va del año, con la que pasa lo mismo. Ella siempre encuentra motivos para estar disconforme.

                *                             *                             *

                No llevó recibo alguno a la fundación y tampoco lo llamaron pidiéndoselo o para que continuara trabajando. Quien sí telefoneó fue Esteban para disculparse por no haberlo convocado inmediatamente y para pedirle la redacción de dos pequeños libros acerca del modo como su agencia estructuraba las campañas publicitarias.
                En la primera reunión que mantuvieron, el publicista le entregó el material necesario para ese trabajo y formuló algunas indicaciones acerca de cómo quería que el mismo se realizara.
                - Hace tres años - explicó - hicimos una campaña publicitaria para reformular por completo la imagen de una importante empresa pública que el gobierno quería privatizar. En menos de diez meses, conseguimos resultados brillantes, pero eso no posicionó mi empresa en el mercado y ahora quiero lograrlo. Lo que te pido es que hagas una descripción detallada de cómo operamos en casos como ese, pues quiero que mi consultora comience a reformular, no solo imágenes, sino también modalidades de actuación de grupos empresarios. Ya estamos en contactos con dos de esos grupos que son muy grandes y ellos quieren tener información del tipo de la que yo estoy pidiendo que me hagas. No puedo contratarte como empleado permanente como lo desearía y sé que lo necesitas, porque no tenemos presupuesto, pero te pagaremos bien y en tiempo, como siempre hemos actuado contigo.
                Pablo sabía que esa última afirmación era válida y ni siquiera planteó, pese a la reciente mala experiencia en ese terreno, cuál sería el monto de sus honorarios sino que comenzó a exponer sus ideas acerca del modo cómo debían hacerse los trabajos y cuáles estimaba serían los materiales y tiempos necesarios para ello.
                Esteban lo escuchó con atención, hizo una serie de mínimas observaciones, pero terminó por asentir en casi todo. Después de cerrado el acuerdo de palabra, lo invitó a cenar en el mismo restaurante donde ambos almorzaran con la doctora Baugner y su marido, el doctor Gatti.
                El tema de los informes sobre salud surgió solo.
                - No debes haber quedado muy contento con las personas que te presenté la vez pasada - dijo el publicista a modo de introducción -. Yo tampoco lo estoy, si eso te sirve de consuelo.
                - Bueno, no te voy a negar que esperaba mucho más de ellos - contestó Pablo - pero, al menos, me pagaron. No lo que yo esperaba ni lo que considero que valía el trabajo que hice, pero algo me pagaron. Además, debo haber metido la pata en alguna conversación con la Baugner porque, de la noche a la mañana, cambió su manera de tratarme.
                Esteban movió la cabeza en señal de dudas, señalando que estaban hablando de una persona proclive a cambiar continuamente de colaboradores, hecho que, a su juicio, implicaba incapacidad para elegirlos o una tendencia a achacar defectos y carencias propios a personas sobre quienes tenía o creía tener algún poder.
                - Lo mismo sucede con su marido - agregó -. Estuve con él en los Estados Unidos para hacer la exposición de un programa nacional de salud ante un organismo financiero internacional y no pude lograr que redactara una carta más o menos coherente que sirviera de presentación de ese programa. La tuve que escribir yo y él agregó después, además de su firma, algunas críticas absurdas.
                - Qué raro - observó sorprendido Pablo -. Yo pensaba que era el único individuo capaz dentro de esa pareja. Tiene dos o tres libros publicados y, por lo que pude leer de ellos, me parecieron muy bien escritos.
                - Por supuesto que están muy bien escritos..., porque no los escribió él. Esta clase de gentes acostumbra a usar lo que tiene a mano y por eso vive descartando personas. Son los típicos políticos que Dios nos ha puesto en el camino y que nosotros, nunca comprenderé bien porqué, venimos tolerando desde hace muchos años - fue la respuesta que recibió y que lo mantuvo en silencio durante algunos momentos.
                Al verlo tan callado, su interlocutor le preguntó qué era lo que estaba pensando y Pablo mencionó una conversación que mantuviera con la Baugner respecto de la intervención del doctor Rodolfo Montagna en una “mesa redonda” con funcionarios del gobierno respecto de los aumentos de tarifas telefónicas establecidos por decreto presidencial.
                Esteban quiso conocer más detalles de lo sucedido.
                - Critiqué la postura de Montagna - dijo entonces Pablo - y, cuando ella me preguntó los motivos que yo tenía para esa crítica, traté de explicarle que el problema político de fondo no era, como parecían creer su jefe y otros dirigentes partidarios, el monto de los aumentos en las tarifas, sino el hecho de que el Presidente de la República asumiera el papel de gerente comercial de una empresa privatizada por su gobierno. No me pareció que estuviera molesta en ese momento.
                - Demasiado profundo para ella - sentenció el publicista -. Es probable que haya querido lucirse repitiendo tu argumento en alguna reunión y que, como respuesta, recibiera alguna de esas típicas reprimendas partidarias, basadas en la lealtad a los superiores inmediatos. Si las cosas pasaron así, es obvio que la culpa de ese tirón de orejas no podía ser sino tuya. Me parece, viejo, que tu experiencia en el trato con dirigentes partidarios te ha servido de muy poco.
                Pablo sonrió, mientras pensaba que lo que estaba oyendo era bastante acertado. Trató de hacer a un lado ese tema porque no le agradaba pero no le fue posible, pues Esteban insistió en aleccionarlo en cómo había que actuar en los tratos con los políticos argentinos.
                - No sé si pasa en todo el mundo pero, en nuestro país, el horizonte de cada partido político se ha poblado de oportunistas. El doctor Gatti y su mujer no llevan más de un año siendo afiliados y ya tienen un puesto relevante. En tiempos de la muerte de las ideologías, como se gusta llamar a lo que hoy sucede, también se da certificado de defunción a los antecedentes de las personas. Nadie tiene pasado ni historia propia y solo la eficiencia aquí y ahora es lo que vale. Además, la eficiencia, en la política argentina, supone gritar más fuerte que otros en el momento justo, si importar demasiado qué es lo que se grita.
                - Eso deja poco lugar para gente como yo, pues nos es muy difícil olvidar quienes somos - respondió desalentado.
                Esteban lo miró con piedad y completó sus consejos.
                - Yo no te pido eso. Solo quiero que recuerdes que las personas que hoy triunfan en son aquellas que saben romper a tiempo sus compromisos a tiempo, olvidar tratos o acuerdos de palabra y prometer de manera indefinida lo que los demás esperan de ellos.
                Mitad en broma, mitad en serio, Pablo pidió la redacción de un contrato de trabajo para firmar ese mismo día. Esteban primero lo miró asombrado, pero después rió de buena gana.

Del libro de cuentos "Vidas tangenciales" de Raúl Pannunzio

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