lunes, 8 de agosto de 2011

MALOS SUEÑOS


                Nadie pudo comprender por qué Roque se fue de su casa tan de repente.
                Bueno, decir nadie es un tanto exagerado, porque siempre puede existir una persona que sabe o creer saber, lo cual es en el fondo lo mismo porque permite especular sobre el tema, las razones que alguien tiene para tomar decisiones inesperadas y extremas. Además; ¿qué interpretación podría hacerse de un hecho humano que nadie conoce?
                Sin ir muy lejos, yo estoy convencido de que por lo menos una persona sabe con bastante precisión cuáles eran esas causas pero también estoy seguro de que esa persona jamás las dirá, no solo porque se trata de cuestiones que no deben ni pueden divulgarse, sino también porque revelar esos motivos cambiaría la imagen que sus allegados tienen de quien está enterado de un supuesto secreto y algo similar pasaría con su autoestima, si por autoestima ha de entenderse la relación que cada uno mantiene consigo mismo a través del modo cómo lo perciben los demás.
                Yo debo haber sido el amigo más íntimo que jamás tuvo Roque y nunca lo oí mencionar nada que permitiera sospechar un motivo razonable para todo este asunto. Simplemente, se fue sin avisarme y sin dejar una dirección o un número de teléfono donde su mujer o yo pudiéramos ubicarlo.
                Pocos de sus familiares y conocidos volvieron a verlo en alguna oportunidad pero eso ocurrió a las perdidas y cada vez más espaciadamente, con horarios predeterminados. A mí, no me gustan en absoluto semejantes restricciones y no fui a verlo. De todos modos, tampoco ellos consiguieron que hablara.

                *                             *                             *

                Roque estuvo casado con Rosa alrededor de diez años. Formaban una pareja que, por mucho tiempo, mereció como ninguna otra, al menos de mi parte, el nombre de tal. Tuvieron dos hijos varones que, en el momento de los hechos que ahora me ocupan, cursaban el ciclo primario en una de las mejores escuelas privadas de Buenos Aires.
                Cuando todavía no estaban separados, ella trabajaba como psicopedagoga en tres colegios secundarios privados. Se trataba de establecimientos cuyos niveles educativos y, sobre todo, los aranceles que cobraban los tornaban accesibles solo a familias de clase media alta o más arriba en la escala social.
                Después de sus problemas con Roque, no sé que hizo o hace.
                Él era gerente de una firma importadora de productos ligados a la informática.
                No obstante estas privilegiadas posiciones laborales, entre los dos, reunían un ingreso que distaba mucho de responder a la importancia formal de los cargos que ostentaban pero que era suficiente para garantizarles mantener el buen pasar que gozaron durante casi todo el tiempo cuando estuvieron juntos.
                Pero Roque se fue de su casa y nos dejó una serie de interrogantes a todos quienes lo conocíamos y frecuentábamos.
                Traté de hablar con Rosa del asunto, porque descontaba que ella debía saber (o ser) parte de los motivos que impulsaron a su marido a dejarla, pero cuando pregunté apenas conseguí un torrente de lágrimas como respuesta y ninguna otra cosa, ni siquiera una queja o una acusación. Solo hizo silencio y es sabido que, en un solo silencio, caben todos los secretos y también que, a partir de un solo silencio, pueden originarse todas las sospechas y todas las desconfianzas.
                Creo que fue sobre silencios, secretos, sospechas y desconfianzas como el mundo de Roque comenzó a poblarse de fantasmas y de malos sueños.

                *                             *                             *

                Mi amigo empezó a mirar con recelo a todo y a todos después de perder su empleo.
                La firma donde trabajaba era propiedad de esa clase de individuos que, cuando dejan de facturar durante un tiempo más o menos largo, despiden al contador, una variante de conducta empresarial que siempre fue común en nuestro país pero que se acentuó con la llegada de los tiempos llamados de “racionalización económica”.
                Desocupado, comenzó a recorrer una por una las agencias de empleos más conocidas y, como por lo general le sobraba tiempo, después de salir de alguna de ellas, caminaba sin rumbo tratando de cubrir el horario que antes insumía su empleo. Sentía vergüenza de que parientes, vecinos y conocidos lo vieran en su casa mientras su mujer estaba trabajando.
                Cierta tarde, retornó un poco antes de lo acostumbrado y vio salir a su mujer del departamento de Virginia, una amiga de ella casada con Ernesto, un amigo de él. Supo después que esa amiga no estaba en ese momento, pero no preguntó nada en absoluto acerca de los motivos que su mujer pudo haber tenido para hacer esa visita y comenzó a observar con obsesivo detenimiento la conducta de Ernesto. Notó o creyó notar que éste lo trataba, alternativamente, o bien con mucha agresividad o bien con una amabilidad bastante próxima a la obsecuencia.
                - Es una conducta típicamente culposa, igual a la que tuvieron en la empresa un poco antes de librarse de mí, antes de engañarme y dejarme en la calle - dijo para sí mismo pero en voz alta, lo cual hizo que Rosa le preguntara a qué o a quien se refería.
                Mencionó entonces varios hechos y también, como al pasar, el nombre de Ernesto y se quedó mirándola fijamente. Como ella se encogió de hombros, agregó:
                - No importa. Es un tipo culposo y terminará por decirlo todo, más tarde o más temprano.
                La mujer, ajena por completo a tal insinuación, ya no lo entendía ni tampoco atendía. No le quedó otro remedio que callarse, lo cual no impidió que siguiera analizando morosamente la situación.
                Nunca pudo corroborar nada de todo cuanto sospechaba le hacían, pero eso no lo detuvo ni tenía porqué detenerlo pues, en última instancia, sus elucubraciones se apoyaban sobre bases muy parecidas a las de la mayoría de los hombres del presente, cualquiera sea su oficio, edad o condición, en tanto ninguno de ellos jamás revisa críticamente los supuestos de su pensar o de su actuar, ni le importa demasiado saber si tales supuestos son o no verdaderos.
                Por la tarde del día posterior a su sondeo a la pobre Rosa y durante una entrevista que precisamente le consiguió Ernesto para que se presentara como candidato a cubrir un puesto de trabajo similar al que perdiera no hacía tanto tiempo, respondió erráticamente casi todas las rutinarias preguntas que le hicieron y hasta se violentó cuando se las reiteraron.
                - Por favor señor - dijo sorprendida y atemorizada la joven mujer que lo estaba atendiendo con bastante amabilidad - ¿Le está pasando algo? ¿Se siente usted bien? ¿No querría venir otro día, cuando se encuentre un poco más tranquilo?
                - Nada me pasa - murmuró él entre dientes -. Es solo que estoy harto de que no me tengan en cuenta.
                Su interlocutora no llegó a oír bien sus últimas palabras, pues ya se había levantado de la silla, después de ofrecerle una nueva oportunidad para responder la encuesta.

                *                             *                             *

                La conducta de Roque se tornó cada vez más reiterativa, tanto en su casa con su mujer, cuanto en su trato con los demás familiares y amigos.
                Bastante preocupada, Rosa le pidió que visitara un médico y lo mismo hicieron otros allegados.
                Él interpretó ambos pedidos como si formaran parte de un cerco que se cerraba en torno suyo y que crecía constante, progresiva y peligrosamente, sobre la base de “traiciones muy bien disimuladas pero lo mismo reconocibles”.
                Se dedicó a observar a todo el mundo y así fue reafirmando esa impresión hasta transformarla en convicción o, peor aún, en obsesión. Ya casi no dormía por vigilar a Rosa. A veces, aparecía por sorpresa en alguno de los lugares donde ella trabajaba, sin dar ni explicaciones y sin tampoco pedirlas. Hablaba continuamente, lo escuchara alguien o no, de su esposa, de su trabajo perdido, de sus amigos y del mundo en general como partes de una extraña conspiración.
                Me parece que terminaron por internarlo en una clínica psiquiátrica y que su mujer está desesperada y llora todo el día. ¿Se sentirá culpable por algo?
                Los viejos amigos de la familia, incluidos Ernesto y Virginia, no solamente no lo apoyaron, sino que también colaboraron para encerrarlo. ¿Porqué habrán hecho eso?

                *                             *                             *

                Todo lo que está pasando aquí es muy raro. Hoy me desperté en un cuarto que no es el mío. He dormido muy poco y tuve varios malos sueños. En uno de ellos, tres desconocidos me ataban a una camilla y me torturaban.
                No sé qué estoy haciendo aquí. Ésto me resulta por demás extraño. El cuarto es de un color diferente al de aquel que siempre usé para dormir y hay olor a desinfectante por todos lados. Las ventanas son más chicas y tienen rejas. Hay una sola cama de una plaza, con una mesa de luz y dos sillas pintadas de blanco. No tengo ninguno de los muebles de mi casa ni sé dónde pueden haber ido a parar. Además, cuando fui al baño para afeitarme, estoy seguro de que vi como Roque me miraba fijamente desde el espejo.

en el libro de cuentos "Vidas Tangenciales" de Raúl Pannunzio

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